Estaba haciendo la maleta cuando llamaron a la puerta. Era su jefe.
— ¿Qué haces? — Dijo al ver la maleta sobre la cama.
En ese momento tocaron a la puerta y él abrió.
— ¿Qué haces? — Dijo al ver la maleta sobre la cama.
— Me voy
— ¿Por qué?
— Porque Chloé ha aparecido y ahora ni Léa ni tú me necesitáis.
— Sí, Chloé ha aparecido. Quiero darte las gracias por tu apoyo y por haberla encontrado...
— Sí, Chloé ha aparecido. Quiero darte las gracias por tu apoyo y por haberla encontrado...
En ese momento tocaron a la puerta y él abrió.
Tomás entró gritando, se dirigió a la cama, cerró la maleta, la cogió con una mano y con la otra tiró bruscamente de su brazo.
— ¿Qué haces? — Le dijo poniéndose delante y cortándoles el paso.
— Me la llevo.
— No, ella se queda.
— ¿Quién crees que eres? Sólo ha pasado el rato contigo y ahora déjanos pasar.
— Te repito, ella se queda.
Y mientras los dos discutían, ella salió de la habitación y desapareció.
No la conocía desde hacía mucho pero había llegado a saber cómo era. No sabía por qué pero recordaba cada conversación con ella, podía describir cada peca que manchaba su cara,... y sabía dónde encontrarla.
Mirando el carrusel pensó que aquel lugar era especial. Quizás porque era París, o por aquel carrusel, o porque fue allí donde Amélie se reencontró con su amor...
Entonces él se acercó a ella y tendiéndole la mano le dijo:
— Hola, soy Laurent.
Entonces ella aceptó la mano de él, se levantó y le contestó:
— Hola, soy Clara.
— Tomás no volverá a molestarte.
— Gracias.
— No quiero que te vayas. Chloé está fuera de mi vida desde hace mucho y no va a volver. Léa y yo te necesitamos.
Ella bajó la cara con tristeza. Le dolía no poder volver a ver a Léa y, se dio cuenta de que también le dolía, no volverlo a ver a él.
— Léa y yo te necesitamos, Lea y yo te queremos.
Ella levantó la mirada y se encontró con la de él, tan sincera y tan llena de cariño que no pudo controlar las lágrimas.
Él acarició su cara para secarle las lágrimas y dijo:
— ¿Nos vamos a recoger a Léa?
